“Me declaro imperfecto pateando la sombrilla.
Prefiero ser abierto a pasearme anunciando
que soy la maravilla que soy la maravilla”
Silvio Rodríguez, Tocando Fondo
No se puede estar todo el tiempo enojado, pensando en lo que escriben los demás, aunque uno esté totalmente convencido de que lo que están escribiendo, no sólo no lo piensan realmente, sino que además, saben que es una colosal mentira.
“Ni opositor, ni oficialista. Periodista” es la frase que no puedo escuchar jamás de un periodista, decididamente saca lo peor de mí. Primero, porque quien la dice, sabe a ciencia cierta que está diciendo una mentira, grande como una casa, para “jugarla de objetivo”.
Segundo, porque la frase en sí es una imbecilidad casi sin precedentes: Desde cuando la calidad de periodista es superior a la de persona, a la de persona que piensa, a la de persona atravesada por una ideología. Se utiliza “periodista” como garantía de una objetividad inexistente, de una anulación total del pensamiento (crítico o no crítico) en la persona que vomita la frase y luego mira con cara de “qué idea fenomenal se me acaba de ocurrir”.
No puedo creerle ni la hora al periodista que escupe esa barbaridad asquerosa para mentirle a quien lo lee o lo escucha sobre una ficticia (y sobrevalorada) neutralidad a la hora de abarcar los temas nacionales y políticos (y acá, se pueden agregar otros temas, pero se haría demasiado largo)
Siempre entendí (y por eso lo elegí) que el periodista tiene una sola responsabilidad de honestidad intelectual: decir desde dónde se para al hablar. Bajo esta premisa me encanta escuchar y leer a periodistas inteligentes que piensan completamente distinto a lo que pienso.
La única objetividad posible del periodista es con su propia subjetividad, que estando explicitada de antemano facilita muchísimo el contrato de lectura, lo hace real, sin ninguna necesidad de coincidir con el tipo que habla en la tele.
Es así que desde acá, vale un gran abrazo a los y las periodistas que aman su oficio, que lo llevan con gusto y dignidad y que, por sobre todas las cosas, no buscan confundir y engañar a los otros disfrazándose de imposibles, improbables y asquerosos